Después de nuestras aventuras por Hiroshima, volvimos a la isla de Honshu, a Osaka, la tercera ciudad más grande de Japón. Para ello, nos subimos como ya estábamos acostumbrados al Shinkansen, gracias a nuestro JR Pass pero esta vez con un poco más de emoción ya que nos subimos en unos de los trenes Nozomi, que no entran con el precio del billete, por lo que nos pensábamos que al venir el revisor nos iban a echar del tren o lo que es peor, pagar por el viaje… glups! Dentro de la metedura de pata, todo se resolvió bien, porque en la primera parada que pudimos (Himeji) nos bajamos y esperamos que viniera alguno de los trenes Hikari, Sakura o Kodama que si estaban permitidos con el pass.
Una vez en Osaka nos subimos por primera vez en un taxi, en Japón y a pesar de que como siempre en Asia es difícil entenderse con los taxistas, en este caso, el señor fue más que amable y profesional para llevarnos a nuestro hotel y con el añadido asombroso de que las puertas de los taxis en Japón se abren y se cierran solas y suelen llevar los asientos con tapetes de ganchillo rollo abuela. Muy entrañable!
De Osaka poco podemos destacar, es una ciudad muy grande, con enormes edificios de oficinas (como el Umeda Sky Building) y mucha gente que va a trabajar, básicamente lo que me imaginaba de Tokio, pero en este caso, desde el punto de vista turístico, pues tampoco hay mucho que ver, a no ser que viajes con críos y visites el parque de Universal Studios que se ubica en la ciudad. A parte de esto, vale la pena visitar el imponente castillo de Osaka, realmente una maravilla, muy grande y fortificado rodeado de murallas y un gran foso. La verdad es que me gustó mucho y hubiéramos disfrutado mucho más si no fuera por el calor y la humedad sofocante que hizo el día que lo visitamos.
Siguiendo con las atracciones de la ciudad, Dōtonbori es un calle que antaño fue el barrio rojo de Osaka y que fue famoso por sus teatros que ya no existen, ahora concentra restaurantes y tiendas de todo tipo con muchos carteles de neón y mucha vida desde el momento en que cae el sol, vale la pena darse una vuelta. También se recomienda visitar el acuario de Osaka Kaiyukan, la torre de Tsūtenkaku y los templos de Shitennō-ji y Sumiyoshi taisha.
Estos últimos nosotros no los visitamos, ya que dedicamos los días que estuvimos por Osaka para hacer algunas excursiones por la región de Kansai i visitar algunas cosas que nos quedaron pendientes de Kyoto: el castillo de Nijo y el palacio imperial, que a la postre Kyoto nos gustó más que Osaka.
Entre las excursiones que hicimos, visitamos Okayama y Kobe, dos ciudades cercanas a Osaka. La verdad es que no recuerdo muy bien porqué decidimos ir de visita a estas y no a otras, pero si que fue determinante el hecho de que el castillo de Himeji estuviera en obras, si no hubiéramos visitado éste.
Okayama
Okayama es una ciudad bastante grande y próspera, a medio camino entre Osaka y Hiroshima y importante eje de transportes. En cuanto a las atracciones turísticas destacan el jardín de Korakuen, uno de los más importantes de Japón y el castillo de Okayamajo, conocido como el castillo del cuervo por su color negro.
Kobe
En cuanto a Kobe, es una ciudad famosa por su renombrada ternera de Kobe, motivo por el cual la visitamos y que al final nos quedamos con las ganas de probar por su desorbitado precio y acabamos comiendo Gyūdon en su lugar 😛
Estuvimos paseando por el barrio de Kitano, lleno de casitas de estilo europeo del siglo 19 ya que fue el barrio de los mercaderes europeos de la época. Además de algún templo en el centro de la ciudad también visitamos Chinatown y la zona comercial que como siempre estaba muy animada.
Callejones y Okonomiyaki night
Una de las experiencias que mejor recuerdo tengo de los días que pasamos en Osaka fue una noche que nos dedicamos a pasear por los callejones donde se apelotonaban los japoneses en las Izakaya (tabernas) a la salida del trabajo. Los callejones humeantes, con los farolillos y las luces de los carteles de los locales me recordó mucho a Blade Runner.
El paseo lo redondeamos con una cena en un restaurante, donde nos tuvimos que sentar en el suelo rodeados de familias y donde disfrutamos por enésima vez de un buen Okonomiyaki y probamos el desconocido Omu-Soba, o lo que es lo mismo, una especie de tortilla rellena de fideos con cosas, el popular yakisoba. Disfrutamos un montón, aunque acabamos con las piernas destrozadas, es lo que tiene la falta de costumbre de comer sentados en el suelo, pero dimos un broche de oro a nuestra estancia en Osaka. Al día siguiente nos esperaba un tour por la isla de Honshū tomando hasta 7 trenes camino del Monte Fuji.
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